Extremo 4
LOS EXTREMOS
TÍTULO
Parte IV
TÉCNICA:
Grafito y tinta sobre papel.
MEDIDAS:
42 x 59 cm.
AÑO:
2014
EXPOSICIÓN:
«
En Gunshu, en el otro extremo, no quedaba espacio para sentarse sobre la hierba y pensar en el amor, el movimiento acantilado por las gargantas hormiguero era tan imparable que el mañana casi había desaparecido. Los habitantes de Gunshu no podían salir a la calle todos los días, ni siquiera para ir a trabajar, ni siquiera para seguir las reglas establecidas. El ruido obstinado invadía las metrópolis estranguladas por su propio vértigo, y la velocidad era al único atajo para escapar en todos los abrieres y cerrares de ojos: futuro simple. La boda negra impertérrita se tragaba los rescates entre las montañas de coches, los relojes de jornadas de diez minutos y mil vidas, la máquina de amar sin reproche, los salvavidas que se habían repartido en fragmentos por las avenidas, los desfiladeros de vestigios de inconclusión, y el fuego eterno.
Gunshu subsistía bajo una astronomía realmente adversa. El trópico de escorpión había perdido el aguijón y se había convertido en cangrejo. El solsticio de invierno se había enamorado de las llamas del verano y el universo, perplejo, miraba a sus pies los trenes completos que ya no hacían paradas ni en el infierno. Los subterráneos y los cordeles de carga eran ataos sin sendero a lugares ya irreconocibles haciendo imposible conquistar el día siguiente.
La marabunta era un remolino sin carácter de preguntas inquiriendo respuestas, una evasiva anhelante en deseos de contradicción, un laberinto buscando su satélite caído, una erupción multidireccional a la caza de concordancia, un café a medias a cambio de reflexiones para después poder fantasear con los indicios y el regateo. Tras las cortinas de humo, aprisionados, provocaban por sentir, por abrigar los indicios y el regateo. Tras las cortinas de humo, aprisionados, provocaban por sentir, por abrigar y distinguirse entre la peculiaridad y el apego imperioso de Gunshu. Las eminencias permanecían enterradas y en el cielo, su majestad esplendente, les empapaba en sudor.