Espacios Invisibles

Emmanuel Lafont

ESPACIOS INVISIBLES

Hay quien piensa que la experiencia de viajar a través de un dibujo es incompleta, que no es más que un sucedáneo de algo superior. Pero les aseguro que yo he estado en todos los espacios invisibles de Emmanuel Lafont (Buenos Aires. 1980). Los he visto con mis propios ojos.

Las imágenes que nos proporciona nos provocan una segunda, una tercera y hasta una cuarta mirada. Nos quedamos ahí, sin saber si es la composición de los elementos en el espacio, o se trata de los detalles del trazo sobre el papel, o del juego con las figuras reconocibles y las encubiertas, de la capacidad de crear nuevos mundos con ellas.

No, no existen certezas en las obras de Lafont. Tan solo posibilidades. Nos quedamos en ellas sin saber qué decir o qué callar. Porque ese limbo onírico que nos proporcionan sus sueños nos asoma a un mundo atemporal de misterios cotidianos, tan incómodos como necesarios. Con la pulsión que nos provoca un precipicio una noche de invierno.



Emmanuel Lafont no inventa ficciones para contentarnos. Tiene una capacidad innata para hurgar en los repliegues de la memoria oculta. De la suya y la nuestra. Nos descubre el anciano que seremos en el niño que fuimos. Para apuntar con el dedo mundos escondidos detrás de una pared empapelada, en los que nos gustaría quedarnos a esperar qué ocurre, como los personajes sentados en el porche de una casa hopperiana. Posee una habilidad especial para intuir paisajes isométricos donde todo, como en la mejor película de suspense, está a punto de ocurrir. Un gusto por la geometría que demuestra que la materia inerte cobra vida al diseccionar su interior. Por habitar poemas (Un cuadrado largo en el suelo rectángulo izquierdo. Un agujero cuadrado en el suelo largo. Un vacío rectángulo en el hueco izquierdo. Y nada dentro. Violeta Niebla). Y para inducir al anonimato a personajes huérfanos, sin rostro: un niño que se adentra en un mar sin fondo, un bebedor con delantal planchado y zapatos de caballero, una nadadora a punto de saltar…

Las cinco series expuestas son el vestigio de los dos últimos años de trabajo incesante: Los extremos, Los paisajes isométricos, Greetings from Silence, Nada dentro y Espacios invisibles.
No falta nada medular en esta exposición. La primera gran individual del artista para la Galería Yusto/Giner (Marbella).
Lafont ha cuidado el fondo y la forma hasta el último detalle.

Interesado siempre por el proceso creativo, por escribir en los márgenes de los libros de texto y por ofrecer al espectador una experiencia única, Emmanuel Lafont nos invita a cruzar la frontera de la realidad en vitrinas suspendidas que nos remiten a los pupitres escolares, cápsulas musicales para demostrar que el silencio es un espacio habitable, un icosaedro de papel que traspasa las fronteras de la segunda dimensión y un álbum antiguo que nos detiene en la contemplación de las pequeñas cosas, las que no contienen nada dentro.

Espacios invisibles. Olvidados. O no. Es cuestión de esperar a que sean descubiertos.

Ana Robles
Historiadora del Arte y Museóloga.
Septiembre de 2015.

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